Comentarios sobre la Ciudad Inteligente

Publicado originalmente en Ciudad de Datos

Luego de editar mil veces el primer episodio de nuestro podcast, terminamos eliminando un montón de contenido sobre las ciudades inteligentes y me gustaría retomar esa conversación acá, porque hay un problema con ese concepto que debemos tratar.

Si lo recuerdan bien, el episodio uno tiene el propósito de señalar una verdad que no muchos conocen: las ciudades en las que vivimos hoy están mediadas por datos. Hay miles de aparatos que recogen información sobre nosotros: piensen en los teléfonos inteligentes que llevamos en el bolsillo; en las tarjetas de transporte; en los carnets que nos dan la entrada a oficinas y universidades, o en las miles de cámaras de seguridad que registran cantidades enormes de información visual.

Esa información, como hemos dicho mil veces en Ciudad de Datos, es usada para tomar decisiones sobre nosotros. Por ejemplo, con nuestra tarjeta de transporte se reúne información sobre qué buses toman las personas, con qué frecuencia, desde qué lugar de la ciudad y a qué hora. Con esos datos la Secretaría de Transporte decide cómo administrar la flota de buses y decide si el bus que me lleva al trabajo pasa a las 9 o a las 9:15.

Esta ciudad de datos es una que no nos había tocado antes, por eso vale la pena preguntarnos: ¿qué queremos de esta nueva forma de vivir? Una de las respuestas a esa pregunta es la «Ciudad inteligente», un modelo para pensar la ciudad en tiempos de datos. El problema con eso es que muchos creen entender de qué se trata, pero pocos pueden explicarlo. Y, al menos en nuestro equipo, creemos que pensar la ciudad de datos como una ciudad inteligente es bastante incómodo.

¿Qué es ciudad inteligente?

Como dije antes, es un modelo para desarrollar la ciudad. Simplemente un molde para pensar en su desarrollo. En este modelo la manera de usar datos es la siguiente: el gobierno se vale de empresas privadas para administrar un servicio determinado (y los datos que derivan de él). Es similar a las licitaciones para construir vías o ejecutar programas de gobierno. Lo que cambia en el modelo de ciudad inteligente es que la empresa privada se vale de datos para hacer el servicio que presta más eficiente.

En nuestra vida diaria ya hay ejemplos de ese modelo de trabajo. Por nombrar uno, el metro de Medellín lo administra (en parte) Motorola Solutions. Esa empresa (privada) decide cómo planear los recorridos del metro (un bien público) con base en la información (por eso es «inteligente»). Esa empresa se preocupa por la eficiencia y la eficacia del metro.

Como ese modelo se basa en información y en optimización, algunos promotores del modelo lo han llamado «inteligente», de ahí el nombre ciudad inteligente.

¿Por qué el modelo es incómodo?

En la ciudad inteligente los actores son los gobiernos y las empresas privadas, ellos toman decisiones sobre el funcionamiento de ciudad. Pero en ese reparto de actores falta uno más, falta la ciudadanía.

Si estamos hablando del funcionamiento de la urbe ahora que tenemos grandes cantidades de información, ¿no deberíamos incluir también a los habitantes?

En el modelo ciudad inteligente el gobierno paga, la empresa ejecuta y los ciudadanos simplemente consumen. No tienen acceso a la información, ni participan en decisiones que afectan su vida y su ciudad.

En Inglaterra y Corea del Sur este modelo toma cada vez más fuerza y hay que tener cuidado con eso porque las empresas hablan de él como el único futuro posible para la ciudad de datos. Como el camino óptimo y más grande. Y quizá, si queremos que más personas participen en la ciudad de datos, es mejor entender que la ciudad inteligente es simplemente un modelo, una visión del futuro, pero que en este momento hay muchas visiones posibles de lo que podemos hacer ahora que tenemos nuevas tecnologías. ¿Vamos a empoderarnos o vamos a limitarnos a la eficiancia y eficacia?